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Efluvios del pasado recuperan relevancia,
cuando se ciernen las tinieblas y parece que la vida acaba.
Férreos sueños incumplidos, entre estacas de hojalata y madejas de enredaderas
que envuelven y que atrapan.
No es la vida sino un suicidio
que sin permiso fue otorgada. Que obliga a mantenerla,
que empuja, que abraza.
Que se escribe en la mirada.
Que duele, que agrada.
Que ofrece salidas cerradas, cuando cierra puertas y abre ventanas.
Cuán incierta no es la siembra,
si la tierra no es labrada,
cuán silencio el silbido
de un eco que se desgrana.
Turba urbe viene a mi ser,
sin que yo aclame nada.
Efluvios de un pasado
que toman relevancia.
Carreras a pie descalzo, desbandadas a pedradas.
Baños de fango rojo
en la cuesta de la montaña. Domingos de candela,
con la careta a las brasas.
Con el pecho arañado
por culpa de alguna rama.
Libre efluvios del pasado,
que libre daban alas,
que cayeron al silencio,
que aún arden a horcajadas.
Extinguidos al exiguo,
calibrados sin destreza. Esculpidos en la piedra
que se oculta en la maleza.
Son pilares de existencia
que van y vienen sin antojo.
Que escriben mudos altos muros, pliegan surcos en el desierto.
Crearon forja en las entrañas, espinas finas de doble filo. Arietes contra la puerta de castillos
vacíos llenos en la celda de castigo.
Efluvios del pasado,
emergen en el presente de mi mente.
Haciendo honor a la verdad que se dibuja en el horizonte.
