El tiempo
discurre sin prejuicio,
sin prisa, sin pausa,
sin aliento.
Transcurre en el devenir de acontecimientos.
Silenciosos, atroces,
aterradores, simples.
Se desvanece sin ocaso
al alba a cielo abierto.
Entre la cordura de las palabras
O el torbellino de la locura que sufragan la existencia.
El tiempo
Sumergido en los acantilados de sentimientos sufridos,
De alegrías escarpadas
en los surcos de la tierra y del alma.
Se escapa entre los dedos de los necios
O guirnaldas de tenderetes
que disfrazan sueños de una realidad difusa,
que no convence ni al verdugo.
Tiempo que no valoramos
porque tenemos todo el mundo...
hasta que se agota
O sencillamente advertimos que lo hemos consumido.
Tiempo que no ha marcha atrás,
donde buscar una nueva oportunidad una alternativa fugaz.
El que se fue no volverá.
Tiempo para crecer,
Para crear, para destruir
para volar, para meditar
para luchar y para mediar.
Tiempo de reflexión,
de amor, de sentir y olvidar.
De ver y aprender,
escuchar y callar,
De gritar y reivindicar.
Tiempo para los inadaptados
que se quieren integrar.
Para los reos
que esperan la libertad.
Tiempo para todo
que se va.
Para descubrir la verdad
que con tiempo se ha de desvelar
y mentiras ha de desentrañar,
que todo pone en su lugar.
Tiempo para la guerra
En tiempos de paz
donde se les resta
tiempo a los demás.
Mientras unos especulan
otros sufren necesidad.
Tiempo para los malditos
Para los nacidos fuera de lugar.
Para que las raíces arraiguen
También tiempo de podar.
Tiempos de cambio
Para bien o para mal
El tiempo lo dirá.
No perdamos el tiempo.